Violencia de género
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Violencia de género


Hoy es el día de la VIOLENCIA DE GÉNERO contra la mujer –porque sólo contra ella cabe—, día de datos y cifras (El Diario, Público). En esta ocasión me quedo con uno, no porque sea el más importante o interesante, sino por lo que luego diré: “en los primeros seis meses del año se ha producido un incremento en más de dos puntos de las renuncias. En el primer semestre de 2011 se contabilizaron 597 renuncias sobre las 3.988, lo que supone un 14,96%. Entre enero y junio de este año, el porcentaje de renuncias ha subido hasta el 17,05%, al situarse en 554 sobre las 3.248 denuncias registradas” (Diario de Sevilla).

Pertenezco al turno de oficio especializado de Violencia de Género del Colegio deAbogados de Sevilla. Una de las cuestiones más complejas a la que debo enfrentarme en defensa de la mujer maltratada no es, como pudiera pensarse, una cuestión relacionada con el Derecho; no, es un asunto propio de la psicología y, yo diría, de la misma psiquiatría en algunos casos: cómo conseguir que –no sé si decir convencer a—la mujer maltratada para que mantenga la acción.

La denuncia, en sí misma, ya es un primer paso muy importante para quien debe enfrentarse a los miedos que le producen el temor, el aislamiento, la dependencia y la agresión de la situación que vive –perdonad que no culpe exclusivamente al agresor y refiera a la situación porque, aún siendo políticamente incorrecto decirlo, también él merece cierta comprensión, aunque sólo sea desde un punto de vista de la herencia cutural recibida y, por supuesto, sin que sirva de excusa a su comportamiento—.

Si la mujer maltratada consigue mantenerse firme en su denuncia estaremos dando los pasos necesarios para obtener la tan deseada sentencia judicial, condenatoria en su caso. A partir de aquí, sólo resta conseguir que aquélla exija al maltratador que cumpla la más que probable orden de alejamiento impuesta por el juez, apartando al maltratador de su vida, avanzando así hacia la solución del problema, al menos desde un punto de vista jurídico-penal.

Y esto, amigas y amigos, no es fácil, nada fácil, si no dotamos de recursos suficientes al sistema de protección integral de violencia contra la mujer, tales como: servicios de asistencia a la víctima, juzgados de familia especializados, mejoras en el turno gratuito de violencia y, sobre todo, campañas de concienciación hacia quienes tienen la llave de la solución: la mujer maltratada. De camino, barro un poco para casa y reivindico más formación específica para quienes van a ser, durante varios años en muchos casos, uno de sus principales pilares de apoyo: su abogado/a, de manera que nosotros y nosotras, también sufridores de la situación, podamos comprender la vorágine en la que nos vemos inmersos y, con ello, prestarles un mejor servicio.


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